martes, 25 de mayo de 2010

La Seca del Olvidar

Fernando Zaldúa Muñoz



La Seca del Olvidar

La mayoría de los cuentos, leyendas y tradiciones de un pueblo, casualmente coinciden con las de otros que nada tienen que ver, ni en lengua, religión o costumbres. El mismo cuento que escuché a un vasco, ya lo conocía yo de mi infancia en Marruecos, era éste: "un hombre reune a sus hijos para despedirse al sentirse morir; les dijo que el tesoro que durante toda la vida había acumulado, lo dejó enterrado en un lugar de sus tierras que había olvidado, y tras bendecirles plácidamente falleció. Finalizado el luto, los hijos se repartieron a suertes los terrenos, y empezaron a escarbar buscando el tesoro. Ninguno encontró nada, pero ese año tuvieron una extraordinaria cosecha que les generó grandes beneficios".

El intencionado olvido del padre sirvió para que sus hijos recordaran siempre que es el trabajo diario, y aparentemente infructuoso lo que genera el beneficio en el futuro. Si olvidamos el futuro lejano, y buscamos el beneficio inmediato exclusivamente nos sobrevienen males. Situaciones paradójicas. Nos empeñamos en algo tanto que encontramos lo contrario. Echamos la culpa al cambio climático, a los malos hongos, y a las siete plagas de Egipto.

Algo habremos olvidado cuando se nos seca el olivar. Manuel Chica es una de las personas más cálidas que he conocido en materia agraria, en su personalidad humilde se encuentra un artista, un matemático y un naturalista, pero antes que nada un buen maestro como toda la vida de Dios. Me comentaba, "algo estaremos haciendo mal cuando combinando los mismos cultivos que en tiempos de mi padre, ahora se nos seca el olivar: será el agua, los detergentes..."

Puede que en nuestro campo abunde el cobre, el glifosato, los nitratos... los biocidas y falte la poesía. Quizá la necesidad de hacer que produzca nuestro campo más, nos haga echar de más fertilizantes. Y por que no nos ataquen los hongos hayamos declarado la guerra total a yerbas, hongos e insectos, acabando con casi todos.

Reconozco que de campo entiendo lo que observo, y alguien me indica. Si en el suelo no hay ni lagartijas, ni grillos, ni hierbecilla es porque una legión de escarabajos vive en el interior del suelo, y estos esperan a la noche para salir y comerse las hojas del olivo, los brotes tiernos, la energía y la salud del árbol.

Si en el suelo hay de todo, unos hongos compiten con otros; unos insectos se comen a las larvas de los malos, e incluso los malos que nacen hacen que una parte de la producción no alcance a madurar haciendo que la que no han consumido alcance valores altos en peso y aceite.

La Ley del Olivar está en el tintero, conozco de ella las críticas que hacen los sectores interesados, por eso sé que quiere transformar el paisaje del olivar. La Ley pretende rescatar un adehesamiento organizado. Para unos eso está muy mal, pero para otros eso significa rescatar la riqueza del suelo. Pues es el suelo donde reside la riqueza del olivar, cuestión que debemos recordar. Pues de seguir así, ya sabemos lo que tenemos: la seca del olivar.